Para entender qué conlleva la posible misión terrestre contra los grupos
armados en Siria se debe tener información precisa sobre la fuerza del Estado Islámico,
el mayor grupo terrorista que opera en la región. La inteligencia de
EE.UU. maneja una cifra de 40.000 combatientes, mientras que otras
estimaciones suponen una cantidad de al menos 100.000 miembros.
En cualquier caso, se conoce que Estado Islámico se ha apoderado de un
territorio de 130.000 kilómetros cuadrados, lo que equivale a casi el
70% de la superficie de Siria. Las Fuerzas Armadas sirias, controladas
por el presidente Bashar al Assad,
dominan el 16% del territorio. El área restante se la disputan las
fuerzas de la llamada 'oposición siria' y múltiples grupos de
insurgentes y terroristas.
La oposición siria posee un arsenal muy parecido al del Estado Islámico,
ya que la mayoría de su munición, equipo y armamento fue obtenida como
trofeo durante los combates contra las fuerzas gubernamentales.
Sin embargo, las condiciones actuales del conflicto dejan claro que los
grupos armados radicales y terroristas solo pueden ser neutralizados con
un ataque terrestre de unidades militares profesionales y organizadas.
Sin embargo, este escenario alberga la posibilidad de que los yihadistas
resurjan en otro país, como por ejemplo Libia, muy vulnerable por estar
sumida en un caos administrativo tras separarse en varias partes
durante el periodo siguiente a la intervención de EE.UU. de 2011.
Posteriormente, el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., John
Kirby, dijo que una operación militar terrestre en Siria no puede ayudar
a solucionar el conflicto entre el Gobierno de Bashar al Assad y
la oposición y, por esa razón, no tiene sentido. Mientras tanto, Rusia
sigue apoyando el Gobierno de Al Assad, a quien considera el único
mandatario legítimo del país en la actualidad.
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