Rico en grasas monoinsaturadas y ácido oleico, el aceite de oliva,
más allá de presentarse como uno de los productos más simbólicos de la
dieta, se presenta como un aliado a tener en cuenta para
nuestro bienestar por sus muy diversas propiedades nutricionales.
A través de un proceso de extracción mecánica en frío, este oro líquido se obtiene a partir de aceitunas recién cogidas,
sin sufrir ningún tipo de intervención química o refinado de por medio,
por no hablar que no contiene ni aditivos ni conservantes.
Ideal para comer en crudo, este aceite contiene oleocantal, que ofrece efectos claramente antiinflamatorios, que podrían ser de utilidad para reducir los dolores concentrados en las articulaciones y los músculos.
Igualmente, el aceite de oliva es rico en antioxidantes,
por lo que nos ayudará a evitar el envejecimiento prematuro de nuestras
células, combatiendo así la presencia de los radicales libres.
Estudios confirman que las grasas saludables presentes en el aceite de oliva
serían de utilidad para ayudar a reducir la presión arterial diastólica
y sistólica. Precisamente, con sus grasas monoinsaturadas aumentarás
los niveles de colesterol bueno o HDL, motivando la eliminación del malo
o LDL, algo esencial para mejorar la salud de nuestro corazón y evitar
la formación de enfermedades cardiovascualres.
Su contenido en vitamina A contribuirá al mantenimiento
de los tejidos blandos y óseos, al mismo tiempo que a nuestra salud
óptica, cutánea y a prevenir infecciones. Junto a esta vitamina, también
podemos destacar la del grupo D, que nos ayudará a regular la absorción de calcio necesaria para nuestros huesos o la vitamina K, que será de utilidad para la coagulación de la sangre y para generar glóbulos rojos.
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